Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 11 de febrero de 1887
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Discurso dando las razones del Gobierno
Número y páginas del Diario de Sesiones: 21, 507-508
Tema: Regreso de los presos destinados a Fernando Póo tras los sucesos de septiembre pasado

Yo siento tener que tomar parte en este debate, porque, a decir verdad, no le puedo conceder la importancia que le dan los Sres. Silvela y Romero Robledo.

Todo lo que ha hecho el Gobierno en este asunto que se discute está dentro de su derecho, porque, como ha dicho muy bien el Sr. Ministro de la Gobernación, en cosas por las cuales al Gobierno se le exige estrecha cuenta y tan grande responsabilidad, ha de tener toda la libertad de acción indispensable para el cumplimiento de sus deberes. Por esto, si el Gobierno anterior creyó, y lo creyó con razón, que había completa seguridad para guardar los presos en Fernando Póo, hizo bien en mandarlos a Fernando Póo; y si ahora, no porque faltara seguridad, sino por otras consideraciones, ha entendido este Gobierno que era conveniente traerlos a los presidios de África, ha hecho bien en realizarlo. (Aprobación en la mayoría y rumores en la izquierda).

Y para que todavía aumente la extrañeza de los señores que tanto se sorprenden de esto que acabo de decir, añadiré que si mañana cree el Gobierno que están los presos de que se trata más seguros en otra parte, a otra parte los llevará. Porque, ¿cuál es el primer deber del Gobierno en esta clase de asuntos? ¿No es responder de la seguridad de los presos? Pues los guardará donde crea que los tiene más seguros. (Muy bien).

Pero, ¿qué razones ha tenido el Gobierno para adoptar ese acuerdo? He ahí la pregunta que se formula, y voy a contestarla.

Ya la fragata Navarra volvía de Fernando Póo y estaba lejos de aquellas aguas, cuando ciertos asuntos se fueron complicando de día en día, asuntos que no sabemos a dónde nos llevarán a todos (Rumores) en las complicaciones que en su desenvolvimiento puedan ofrecer. No hablo de España; pero en la eventualidad del porvenir, pensando en la reconcentración, tal vez necesaria, de nuestras fuerzas militares y navales, y en una porción de accidentes y circunstancias que no se pueden prever con absoluta exactitud, creyó el Gobierno que debía hacer desaparecer toda dificultad, todo embarazo que proviniese de nuestras colonias y posesiones de Ultramar, y a esto ajustó su conducta; porque no hay duda alguna de que constituía un embarazo y una gran dificultad guardar en Fernando Póo unos presos de consideración, como el ex-brigadier Villacampa y consortes, puesto que para esto había de ser necesaria la permanencia en aquella isla de un barco de guerra, cuando lo que al Gobierno más le interesaba era tener despejadas esas posesiones y expeditas sus fuerzas, para no ocuparse, en la eventualidad del porvenir, más que de la defensa de nuestras costas y de nuestras provincias de Ultramar. (Muy bien).

¿Encierra esto algo de particular? Pues estas cosas, Sr. Silvela, no podía tenerlas presentes el Gobierno que dispuso que aquellos presos fueran a una de nuestras colonias; y esto que ha sido fruto de la previsión del Gobierno, esto que a cualquier Gobierno que mire un poco al porvenir se le hubiera ocurrido, esto sirve de base para fundar tremendos cargos, y combatir al Gobierno por medidas que están completamente dentro de su derecho y de la ley.

Voy a contestar terminantemente al Sr. Romero Robledo. El acuerdo de que volvieran los presos a los presidios de África es acuerdo del Consejo de Ministros, por razones que el Consejo de Ministros estimó entonces, y sigue teniendo ahora como legítimas, y por otras consideraciones de más alta importancia, que no tengo necesidad de explicar aquí después de las indicaciones que ya he apuntado; y ese acuerdo lo adoptó el Consejo de Ministros cuando ciertas noticias y temores, de que he hecho mención, tomaron cuerpo, hará cosa de un mes o mes y medio, no lo recuerdo exactamente, pero se podría fijar precisando el día en que se puso el telegrama al jefe de la Navarra, que ya había salido de Fernando Póo, y se le dirigió a Sierra Leona, enviándole las instrucciones que se consideraron necesarias. ¡Y ya veis, Sres. Diputados, cuán equivocado está el Sr. Silvela al decir que la Navarra fue con instrucciones para que volviera con los presos! (El Sr. Silvela: Lo pregunté, no lo dije). Pues si lo preguntó S.S., le contesto ahora: no llevaba esas instrucciones, las recibió de todo punto contrarias. (Bien).

Por lo demás, todos los documentos que existen sobre este punto, pueden venir a las Cortes, cuando quieran los Sres. Diputados, cuando lo desee el Sr. Romero Robledo, en la seguridad de que no se encontrará nada de parte del Gobierno que no merezca aplausos, ni nada que desmienta los asertos que acabo de hacer.

Aparte de esto, siento, Sr. Silvela, que su señoría, que es un hombre de gobierno y un político tan experto, nos hable de lo que cuesta un buque de guerra que conduce presos, o que es portador de tal o cual misión. Nada ha costado ese servicio; absolutamente nada, y lo sostengo, porque la Navarra, que era un barco armado por todo el año, estaba armado precisamente para prestar servicio como el que se discute, para desempeñar comisiones en Ultramar, y si no hubiera llevado ésta, se habría empleado en otra. (Muy bien).

Y no sólo condujo los presos la Navarra, sino que a la vez llevaba instrucciones del Gobierno para desempeñar algunas comisiones en diferentes puntos, y recorrer diversos puertos, cumpliendo una misión diplomática importante en el golfo de Guinea. De manera, Sres. Diputados, que lo que se hizo, fue aprovechar el viaje de ida de la Navarra para transportar en ella los presos; y respecto del de vuelta, no hay que decir nada, porque si tenía que volver, claro está que por eso los ha traído. (Risas. -Muy bien).

Por lo demás, Sres. Diputados, yo siento que el Sr. Silvela se alarme por tan poca cosa, porque yo, lo declaro sinceramente, no he sentido las palpitaciones de la alarma en ninguna parte, y no he oído siquiera hablar de que había alarma hasta que esa palabra ha salido de los labios del Sr. Silvela. Yo creí siempre que S.S. tenía más tranquilidad, más clama y un poco más de ánimo; pero veo que me he engañado, cuando S.S. se asusta de tan poca cosa.

Respecto de lo que ha dicho acerca de las nebulosidades, de las dudas y de las incertidumbres del Gobierno, esté S.S. tranquilo, que el Gobierno tiene [507] resuelta su marcha, y no ha de ceder en ella por nada ni por nadie. Las penas impuestas por las leyes se cumplirán y serán también cumplidas las que en adelante hubiera que imponer, sin consideración a nada más que a la ley y a la justicia. (Aprobación).

Yo extraño que S.S. haya hecho una comparación tan fuera de lugar y denunciando una contradicción en el Gobierno, sólo porque éste ha hecho que la ley se cumpliera en unos asesinos en Andalucía, mientras que no se cumplió (sí se ha cumplido porque dentro de la ley está el indulto) para los que se sublevaron el 19 de septiembre. (El Sr. Silvela pide la palabra).

Yo no sé lo que S.S. hubiera hecho encontrándose en el Gobierno en este segundo caso, y lo que habría resuelto en el primero; pero tengo la seguridad de que si S.S., en el caso del 19 de septiembre, hubiera indultado como indultó S. M., o hubiese aconsejado el indulto, que en este caso lo que hemos hecho ha sido cumplir con el deber de Gobierno firmando un indulto acordado por S. M.; si S.S. hubiera hecho esto, yo quiero creer que el Sr. Silvela habría procedido como este Gobierno en la cuestión de los asesinos de Andalucía. ¿Qué tiene que ver un caso con otro? Se trataba, Sres. Diputados, de Andalucía, país en el que se necesita, más que en otro alguno, dar gran fuerza a la autoridad, y sobre todo a la guardia civil, y el crimen perseguido era un asesinato horrible perpetrado en la persona de un guardia civil.

Y como los criminales eran, además, reincidentes, el Gobierno creyó que era peligroso no emplear en Andalucía todo el rigor de las leyes. Si por esto le hace un cargo el Sr. Silvela al Gobierno, lo siento por el Sr. Silvela y por las leyes; el Gobierno está satisfecho de su conducta en este caso, como en el anterior. No tengo más que decir. (Aprobación en la mayoría). [508]



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